jueves, mayo 15, 2008

Ganar una liga


Parece que todo ha acabado. Digo "parece" porque hoy llevamos un día de locos, respondiendo a preguntas de la radio, diarios deportivos, acudiendo a eventos y demás.


Imagino que en los próximos días todo se irá normalizando. Eso espero. Lo cierto es que la tensión cansa casi más que correr una maraton. Como yo he corrido muchas os lo puedo asegurar. Necesito tranquilidad, algo que no he olido ni de lejos en las últimas semanas.


Estas semanas que acaban de pasar han supuesto una experiencia única. A los que nos gusta competir y no nos dan miedo los retos, solo podemos andar pensando en qué podemos hacer para poner en marcha la adrenalina. Hoy ya me he descubierto pensando en qué voy a hacer la próxima temporada. Evidentemente me he quitado rápidamente esos pensamientos de la cabeza. Ahora solo cabe descansar, al menos unos días.


Hoy leyendo las crónicas de los diarios me he parada a pensar en lo que ha ocurrido estas semanas: entrenamientos, partidos, viajes, conversaciones de baloncesto, etc. Ha habido un momento que he dudado de que fuera yo el que ha tenido esas vivencias; pero como en los periodicos sale bastante mi nombre, no queda duda de que efectivamente era yo.


Ciudad Ros Casares consigue un nuevo título de liga y yo lo he vivido en el banquillo. ¿Qué puede haber más grande en el baloncesto?. Yo soy consciente de que ganamos cuando quedan 35 segundo para acabar el partido. En ese momento miro al marcador electrónico y veo que es imposible ya que nos cojan. El público estaba haciendo la ola, agitando las banderas, las senyeras enseña de Valencia, gritando de alegría y de fondo la banda de música tocaba algo que no soy capaz de recordar. Probablemente en ese momento ni escuchaba la música.


Con la bocina final, felicitaciones al entrenador contrario (gran temporada). Y felicitaciones a todos los que han hecho posible este título con su trabajo del día a día; la gente que nos veíamos todos los días dos veces, por la mañana y por la tarde. Por último las jugadoras. Cada vez que me fundía en un abrazo con alguna de ellas (la mayorías de veces de puntillas), me daba cuenta de lo que habíamos hecho.


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